Discúlpenme hoy porque no puedo disimular el enojo que me ha producido la noticia sobre el plan inicial del actual gobierno de construir lo que con extravagancia e impropiedad supina se ha denominado “canal seco”, que serían dos líneas férreas que comunicarían a turbo (en el Golfo de Urabá – Océano Atlántico) con Bahía Cupica en el Océano Pacífico. Eso que lo hagan Honduras y Costa Rica (carretera de 4 carriles), porque no tienen otra posibilidad razonable y económicamente viable.
Pero esa soberana estupidez no puede ser de recibo en Colombia, con mediana lucidez mental, por cuanto desde 1.964 fueron ordenados los estudios del Canal Interoceánico Atrato – Truandó (Ley 50 de ese año), los cuales concluyeron con la plena viabilidad y favorabilidad del proyecto en referencia.
En efecto: se trata de un proyecto de 172 Kms. que unirá el Golfo de Urabá (Bahía Gloria) con Bahía Octavia (en el pacífico), en el cual 92 Kms. corresponden al Rio Atrato, 54 Kms. al Rio Truandó y faltarían 26 Kms. en la Serranía del Baudó – los Altos (en el departamento del Chocó), los cuales se abrirán con energía atómica controlada – ya no con dinamita – para lo cual ayudan los vientos Alisios hacia el pacífico.
Como especificaciones generales tendría una profundidad de 28 metros, anchura variable entre 150 y 420 metros, sería sin exclusas (o sea a nivel), se construirá en 13 años, costará 25 billones de dólares (cifra por actualizar), aproximadamente, y se pagará en 10 años, por el Sistema de Concesión, siendo altamente competitivo, pues mientras el de Panamá está en dificultades por falta de agua y sólo le caben barcos de 50.000 toneladas (con una hilera de más de 150 buques en espera), el Canal Interoceánico Atrato – Truandó tendrá una capacidad para barcos de más de 250.000 toneladas y 65.000 tránsitos al año.
Se estima que por él se desplazaría el 70% del comercio mundial hacia el pacífico, considerado el futuro del mundo. Y una rentabilidad superior a los 10.000 millones de dólares anuales (Panamá apenas proyecta US 4.653 millones en 2023).
Cómo será de viable, mis amigos(as), que mediante la Ley 53 de 1.984 fue autorizado pro témpore (4 años) el gobierno nacional para contratar la construcción del Canal Interoceánico Atrato – Truandó, pero ni el gobierno del “no se pudo” de Belisario, ni el del senil Barco, hicieron uso de tales facultades.
Y óigase bien: desde 1.991, los gobiernos de Gaviria, Samper, Pastrana, Uribe, Santos, Duque y ahora Petro, ninguno se preocupó por retomar tan viable como conveniente iniciativa.
Desde luego que tampoco lo hizo ninguno de los politiqueros actuantes en Colombia durante estos últimos 40 años. Qué vergüenza tan verraca, señores(as): estos malandrines del Congreso solo piensan en cobrar sus abultados sueldos, en coimas y contratos (con pocas excepciones). Y en sostenerse allí a punta de dineros mal habidos, tejas de zinc, tamales y, últimamente, de vacas preñadas. Para eso si tienen imaginación y voluntad: para sobornar y engañar a los electores necesitados con pequeñas cosas; no para pensar en grande y legar el país, a las nuevas generaciones, obras grandes y perdurables que permitan sacar a 40% de nuestros compatriotas de la pobreza monetaria y multidimensional.
Al lado del Canal Interoceánico Atrato – Truandó, históricamente oportuno ante la obsolescencia del Canal de Panamá y la no viabilidad del de Nicaragua (por falta de agua y exceso de costos), el tal “canal seco” de este gobierno parece algo insignificante y ridículo, destinado a depredar la selva del llamado “tapón del Darién”.
Afortunadamente el Movimiento Cívico Nacional ha advertido las grandes ventajas comparativas de la construcción del Canal Interoceánico Atrato – Truandó, y ha incluido esta megaobra como uno de los grandes proyectos prioritarios de su programa de gobierno.
Ayúdenos, amigos(as), a transformar a Colombia, ya que los politiqueros de derecha e izquierda no pudieron (o no quisieron).