Amigas y amigos:
Veíamos en ocasión anterior cómo los jóvenes colombianos manifiestan sistemáticamente su escepticismo y su rechazo por la politiquería, al punto de calificar en reciente encuesta con un modesto 7% a los partidos políticos tradicionales y con un bajo 11% al Congreso de la Republica. Igualmente cómo despreciaron los jóvenes el subterfugio politiquero de la “ciudadanía juvenil”, con un menguado 10% de participación. Acostumbrados a menospreciar al pueblo, no contaban los politiqueros con la gran inteligencia de los jóvenes, quienes no picaron ese anzuelo de la politiquería; no obstante no anticiparon la ciudadanía plena a los jóvenes, tal vez sospechando con Bolívar que “juventud que no es rebelde es una juventud enferma”.
Ya dentro de un espectro más amplio, parece interesante advertir cómo los caciques se van quedando inexorablemente sin sus clientelas, como puede inferirse de los resultados de la última elección presidencial. En efecto: sumando a la masa abstencionista, los votos en blanco, los votos nulos y los votos no marcados, se obtiene un total de cerca del 54% del potencial electoral.
En realidad es algo vergonzoso que el jactancioso Congreso Nacional, que se supondría emanación de la democracia, y su representante por antonomasia, se sustente en menos de la mitad de sufragios.
A que causas atribuir tamaño descalabro?. (cuando, por lo demás, confiesan reconocidos jefes paramilitares ante la Jep de sus alianzas con conocidos jefes de los partidos tradicionales). No resulta difícil aprehender los motivos de esa apatía y rechazo electoral, ya que como dice el evangelio de Lucas “por los frutos los conoceréis”. (6,44). Qué encontramos en ese Congreso?. Primero, una gran desidia en el trabajo legislativo. Ejemplo: el Art. 53 de la Constitución Política dispuso que el Congreso, siguiendo los principios allí enunciados, actualizara el estatuto laboral.
Al no realizar dicha tarea, se vio precisada la Corte Constitucional a legislar, para cubrir tal vacio.
Segundo, casos diversos de corrupción, como ha quedado evidenciado en el caso de Odebrech, y en el caso de las marionetas, con varios congresistas en la cárcel (por robar en los contratos departamentales).
Tercero, los llamados “cupos indicativos”, sucedáneos de los “auxilios parlamentarios”, vergonzosa manera de robarse el presupuesto nacional: la llamada “mermelada”, con la cual los gobiernos “compran” votos para que sus proyectos de ley sean aprobados en el congreso,
Cuarto, de espaldas al país, indiferentes ante el devenir de un pueblo que se debate entre el hambre, la desnutrición, el desempleo y la inseguridad, no proponen proyectos de hondo calado social, como sería montar dos procesadoras de pescado en nuestros dos mares territoriales, para atender la población que se nos está muriendo de hambre y desnutrición; o el Canal Interoceánico Atrato – Truandó, que constituirá un gran factor de redención económica para el país. Sólo les importa cobrar jugosos honorarios, disfrutan de las más diversas canonjías: dos carros blindados, con dos tanqueadas semanales, celular, pasajes en avión, etc. Hasta cuando mantendremos a estos zánganos insaciables y corruptos, los cuales constituyen epistemológicamente la expresión exacta de lo que no debe considerarse democrático?.
Tendremos que encontrar una fórmula eficaz para desembarazarnos de esta plaga de langostas, idéntica en su comportamiento a esos voraces insectos herbívoros que representan en sus migraciones uno de los mayores azotes para los cultivos.
Lo cierto es que, conviene reiterar, el mayor porcentaje de los ciudadanos aptos para votar, ya los tiene identificados, así se vistan con piel de oveja para elecciones, no importa el tamal, la teja de zinc, los $100.000 o la vaca preñada. Estas formas de sobornar o engañar al elector ya no son tan eficaces: la cultura del pueblo tiene detectados a los politiqueros, y sabe muy bien que van al Congreso a robar, pues no de otra manera se entiende que con solo salarios y prestaciones sociales no puedan, objetivamente, recuperar lo invertido en las costosas campañas electorales. Las observaciones precedentes explican con claridad los orígenes de la gran abstención electoral.
El Movimiento Cívico Nacional propone, al respecto, el cierre del Congreso y convocar a una constituyente, pero no para modificaciones cosméticas de la Constitución, sino para reemplazar esa obsoleta división tripartita del poder, de 270 años, manteniendo los pesos y contrapesos que eviten la tiranía, con la recomposición de la Corte Constitucional (que haga posible la eliminación de la Legislativa, que se corrompió).
Tenemos que atrevernos a pensar en grande, si pretendemos mejorar la situación de pobreza monetaria y multidimensional a más del 46% de la población. En los anteriores términos podemos esperar que ese 54% de electores antipolitiqueros, advirtiendo cómo el Movimiento Cívico Nacional es esencialmente antipolitiquero, opte por apoyarnos para transformar a Colombia.