Regular, en Oportunidad y con Pertinencia, todo lo relativo a la Inteligencia Artificial (IA)
Es sabido cómo la ciencia no se detiene; y cómo sigue impactando – con mayor o menor fuerza – todos los aspectos de la vida de los países y los pueblos. Para bien o para mal, a condición de que sepamos estar oportuna y adecuadamente dispuestos a asimilar sus presupuestos, implicaciones y proyecciones. Específicamente hemos de aprender cómo esa novísima tecnología de la inteligencia Artificial irrumpe con ímpetu inusitado en todos los ámbitos de la vida nacional, como corresponde a su carácter disruptivo en la 4 RI (Cuarta Revolución Industrial), lo cual demanda nuestro juicioso estudio del Big Data, las redes sociales y los algoritmos, a efecto de regular ponderada y oportunamente su accionar que, como se ha advertido con autoridad, puede traer beneficios pero también acarrear riesgos.
Es así como Stephen Hawking lo señaló: “Usada como una herramienta, la inteligencia artificial podría aumentar nuestra inteligencia actual y abrir avances en cada área de la ciencia y la sociedad. Sin embargo, también conllevará peligros. Mientras que las formas primitivas de inteligencia artificial desarrolladas hasta ahora han demostrado ser muy útiles, temo las consecuencias de crear algo que pueda igualar o superar a los humanos. La preocupación estriba en que la inteligencia artificial se perfeccionaría y se rediseñaría a sí misma a un ritmo cada vez mayor. Los humanos, que estamos limitados por la lenta evolución biológica, no podríamos competir con ella y seríamos superados. Y en el futuro, la inteligencia artificial podría desarrollar una voluntad propia, en conflicto con la nuestra. Muchos creen que los humanos podremos controlar el ritmo de la tecnología durante un tiempo suficientemente largo, y que el potencial de inteligencia artificial para resolver muchos de los problemas del mundo se realizará. Aunque soy un reconocido optimista con respecto a la especie humana, yo no estoy tan seguro de ello”.
(“Breves respuestas a las grandes preguntas”, Barcelona, Crítica, 2018, p. 185).
Aquellos riesgos tienen que ver con la privacidad, falta de transparencia, discriminación, desigualdad, ética, dependencia, seguridad, desplazamiento laboral, desinformación y manipulación, concentración de poder, retos jurídicos y normativos, pérdida de conexión humana, etc.
Hemos, pues, de estar en consonancia con las preocupaciones y avances internacionales sobre la materia, a fin de ser oportunos y contundentes.